Roma, la ciudad eterna. Llevo años queriendo ir a Roma pero siempre surgían cosas y se tenía que cancelar. Hace unos meses, en uno de esos arrebatos de noches de sofá y manta, D. compro dos billetes a Roma sin avisar para que fuéramos sí o sí y por fin pude pisarla y volví con muchas ganas de más.
Fueron 3 días pero había leído tanto sobre Roma que sabía perfectamente qué quería ver. El primer día lo dedicamos al Museo Vaticano y a la catedral de San Pedro. La capilla Sixtina es maravillosa (aunque lo sería más sin tantísima gente y vigilancia).
Acabamos el día con una vuelta por el centro de Roma (lo mejor que tiene Roma es eso, que todo está cerca). Y aunque al día siguiente volvimos a visitar todo de día, vale la pena verlo de noche: La Fontana, Piazza Navona,… y lo que más me gustó de todo el viaje, el Panteón.
El día siguiente fue para ver el Coliseo y los museos capitolinos. Y las fotos no hacen justicia a lo enorme que es y a toda la historia que tiene detrás. También aprovechamos para acercarnos a Santa Maria in Cosmedin, el castillo de Sant’Angelo y el mercado de Trajano.
Atardece y tocar conocer el Trastevere y cenar en el La Prosciutteria Trevi (visita obligada).
Y si el viaje empezó como una pequeña locura no podíamos acabarlo sin otra… Así que a horas de coger el avión nos fuimos a las afueras con las maletas a ver el puente Milvio (todas tenemos un pasado Moccia), y respirar un poco de magia extra antes de volver a la realidad 🙂